Juan Vidal (alias juanito) era lo que se dice un verdadero psicópata. Era el amo y señor de la quinta planta de la central de policía en tiempos de la dictadura.
A aquella planta se la llamaba, el anteúltimo cielo por que desde allí, seguro se iba al infierno, o al cielo definitivo.
Era una mazmorra medieval, tenía tapiadas las ventanas que daban a la calle, estaba compuesta por una sucesión de cuartuchos oscuros y sucios a los que no llegaba la luz del sol. Estos a su vez desembocaban a un pasillo en donde los ventanales que daban al patio interior de la central, estaban cubiertos por gruesas cortinas.
La noche del viernes veinticuatro de noviembre a las veinte horas la quinta planta estaba prácticamente vacía, salvo por Vidal y una presa que le acaban de confiar.
La presa estaba encapuchada, y esposada al camastro metálico, estaba sucia y semidesnuda.
Conocedor de los códigos, Vidal sabía que si estaba encapuchada no estaba condenada y por lo tanto el “sufrimiento a impartir tenía un límite”.
Pensó en esa frase que alguna vez había leído en un manual de procedimientos, y le causó gracia.
Juanito aprendió a torturar lacerando su propio cuerpo, sabía exactamente lo que producía una picana eléctrica en los testículos, en el ano en el pene. Sabía lo que era apagar un cigarrillo en un pezón o arrancarse las uñas con una tenaza, había sentido a la sal y al limón penetrar en el corte de una navaja.
Ningún dolor le era ajeno, su cuerpo lleno de cicatrices así lo atestiguaba, a veces se sometía al mismo tratamiento que sus víctimas, incluso a la par con el sólo objetivo de tener la medida exacta del sufrimiento.
Trabaja solo, nadie soportaba su compañía ni él tampoco soportaba a nadie. Se diría que lo suyo era un ritual íntimo, en donde él también purificaba sus pecados a través del sufrimiento. Su dedicación era casi tan absoluta como su soledad, alguna vez hubo mujer e hijos pero ya no .Había emprendido un camino sin retorno.
Así fue como fiel a sus costumbres mojó a al víctima con agua helada y se dispuso a comenzar.
De a poco le fue quitando la poca ropa que llevaba y a su vez se fue desnudando él.
La víctima permanecía en silencio no se atrevía a pronunciar palabra ni a emitir quejido , sabía que cualquier demostración de sentimientos enardecía a sus captores, no era la primera vez que pasaba por esto, hacía unos quince días que la habían llevado allí. En todo este tiempo nada había dicho, pero por una sencilla razón, nada sabía.
No había motivos para que estuviese allí, lo repetía cada vez que podía, pero nadie le hacía caso, hasta que al final había optado por callar, por no hablar más.
Por eso es que los interrogatorios eran cada vez más violentos, más terribles Sólo hablaba cuando el dolor la enloquecía, confiaba sin tener motivos para ello, que la rescatarían, que alguien en algún momento descubriría el error que estaban cometiendo con ella.
Durante la primera hora no hubo preguntas, la electricidad arqueaba el cuerpo de la muchacha de manera periódica, hasta el punto que comenzaron las convulsiones y los vómitos.
Los líquidos se acumularon en la capucha y comenzaron a ahogarla, Vidal se vio obligado a aflojar cordón que estaba anudado al cuello para que el vómito cayera y él pudiera seguir trabajando.
Aprovechó el descanso para comenzar el interrogatorio, mediante un micrófono que procesaba la voz y la distorsionaba haciéndola más gutural.
_Hable compañera, la escuchamos.
La muchacha comenzó a contar a gritos su historia de siempre, pero Vidal no la dejó terminar, comenzó a quebrarle los dedos de las manos a martillazos y a arrancarle las uñas.
Increíblemente la víctima aullaba de dolor, pero seguía repitiendo la misma historia pero ya de una manera ininteligible.
Antes de comenzar de nuevo Vidal se volvió a dirigir nuevamente hacia la muchacha.
_¿ Y Compañera ,para cuando?
Esto era diferente a todo que había experimentado jamás, estaba atontada, perdía la conciencia , y la recuperaba a golpes de agua fría, cuando de pronto comenzó a sentir que su interior se desgarraba y que lo estaba por expulsar por la boca .
Vidal vio como los vómitos la iban a matar antes e tiempo, así que decidió saltarse el protocolo y sacarle la capucha aún a riesgo de que alguna vez pudiera identificarlo
No debió hacerlo nunca, hay cosas que ni siquiera los tipos como él deben ver.
Salió disparado de la habitación como si hubiera visto al mismo demonio, fue resbalando por el piso mojado hasta estrellarse contra el ventanal para caer luego hacia el patio .Cayo enroscado entre las cortinas y dio contra un tolde de la planta baja, quedó cuadriplégico a causa de los golpes, la muchacha tuvo mejor suerte murió dos minutos después de que su padre saltara por la ventana.