Para Gabriel, esto de escribir contratos, era un verdadero incordio. Jorge, su jefe se lo había encargado con carácter de urgente, y la abogada había alegado exceso de trabajo.
Conclusión, estaba él al final del día, redactando las formalidades de un contrato para el cual no tenía ni conocimientos, ni vocación pero sí responsabilidades.
Así pues su final de jornada lo encontraba rebuscando entre significados de términos jurídicos, diccionarios y pólizas de seguros algo que fuera lo suficientemente comprensible para que el cliente pudiera firmar al día siguiente.
Agradeció a Internet la presencia del diccionario en línea de términos jurídicos y el de la Real Academia de la Lengua, de esa manera ante cada duda tenía una respuesta instantánea. Consultaba hasta las dudas más triviales ya que a esa hora del día las equivocaciones suelen multiplicarse.
Repasó todo, cuando creyó que el contrato estaba terminado, ejecutó la corrección automática del ordenador, y ahí fue cuando la palabra noventaicinco quedó subrayada de rojo. Volvió con ella al diccionario, el que paradójicamente, no arrojó ningún resultado.
Así que recurrió al buscador, tecleó la bendita palabra. Aparecieron, como siempre un sinfín de páginas que incluían la palabra noventaicinco. Abrió la primera de la lista, un blog de poesía llamado Cien Besos, este blog estaba estructurado de forma que cada poema tenía el nombre del beso respectivo, por lo tanto, se abrió en el
Beso Noventaicinco
Optimista en tus labios
Frágil en tu mejilla
Hirviente en tu cuello
Cortés en tu mano
Curioso en tu vientre
Mi beso tiene personalidad múltiple
Gabriel quedó maravillado, el poema le pareció hermoso, lo imprimió y se lo guardó.
Pese a esa distracción, encontró la manera correcta de escribir el número. Su trabajo estaba terminado.
De vuelta a su casa reparó en una serie de hechos, a saber: él no era el que tenía hacer el contrato, debía redactarlo la abogada. Por otra parte esa cifra no era la inicialmente acordada, con lo cual no había motivos para que se topase con el poema.
Estaba claro, el poema lo había elegido como destinatario.
Lo susurró al oído de su novia, quien extasiada le regaló un besos de esos que bajan la guardia, un beso de esos de darse las gracias.

1 comentario:
ah.. el plan infinito.. las cosas suceden ( o no ) por algo.
como dice mi amigo.. maktub..
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