domingo, enero 31, 2010

El abrazo


Paloma se acercó seria, muy seria, demasiado seria para su corta edad. Sus ojos me contaron de antemano que algo grave le estaba pasando.
Me miró y me dijo _Papá, ¿Podemos hablar? _Si mi amor _ contesté.
Su pequeña mano cogió a la mía y me arrastró hasta el living, cerró la puerta como para asegurar que la conversación sería privada. Se sentó en el sillón y me hizo señas para que me sentara a su lado. A esa altura sus ojitos estaban vidriosos, miraban fijos a los míos, como para escrutar en mi interior
_Anoche te vi poniendo dinero debajo de la almohada de Fernanda y llevándote el diente que se le cayó, ¿eso quiere decir que el ratoncito Pérez no existe no? Su mano apretaba la mía con una fuerza proporcional a su sufrimiento.
_ ¿Quieres la verdad, no es cierto?_ pregunté, a lo que ella asintió con la cabeza.
_Tienes razón, no existe _dije
Las lágrimas comenzaron a caer incontenibles, y entre sollozos volvió a preguntar, _ ¿Entonces Papá Noel y los Reyes, tampoco?_esta vez el que asintió con la cabeza fui yo, entonces el llanto fue descontrolado. Nos abrazamos y lloró largo rato.
Cuando se hubo calmado, me pidió permiso para dormir con su hermana, por supuesto accedí.
Al verla la abrazó con fuerza, Fernanda, unos tres años menor, no entendió pero encantada de semejante demostración de afecto le devolvió el abrazo. Y así se durmieron las dos, abrazadas.
A la mañana siguiente me contó sin que le preguntara, que era mejor ir abrazando a Fernanda desde ahora, así cuando se enterara de su secreto el  dolor iba a ser menor.

1 comentario:

Melaína Kholé dijo...

Se puede.
Abrazar al otro para consolarlo, a través de la palabra.
A través de un sonido.
A través de un monitor.
En silencio.
Con mirarse.
Es el poder del amor que se nos manifiesta de tan diferentes formas, olores, tibiezas, pieles..
Nada como un abrazo en ese momento..