miércoles, noviembre 18, 2009

Esperando Al Pampero




Lo que me ocurre es que a partir de los sesenta días de calor sostenido, veintiocho grados a las ocho de la mañana, comienzo a tener unos sueños extraños.
Sueño que un viento fresco me envuelve, que lluvia me moja. Me despierto empapado en sudor, sin saber donde me encuentro y con la necesidad imperiosa de que llegue el Pampero. Así es que como un autómata tomo la escalera del armario me dirijo a la terraza, me subo a ella , me siento en el último escalón y mirando al sur me pongo a mirar el horizonte.
Mi vista sigue clavada en el horizonte, desde aquí veo el mar, pero ni rastros de nubes, me esfuerzo pero nada.
Por lo general intento que esto sea un acto solitario y silencioso, a horas en las que nadie ve, pero no siempre lo logro.
Mi hija me mira desconcertada, no sabe en realidad que me pasa, no entiende mi manía de poner la escalera en la terracita del apartamento subirme a ella y mirar al sur buscando nubes.
Creo que le asusta esa actitud mía. Debe pensar que es una especie de locura senil o algo así. Me mira extrañada pero no se anima a preguntarme nada, debe temer que mi respuesta confirme sus sospechas.
Por otra parte de nada serviría tratar de explicarle ya que era demasiado pequeña cuando emigramos.
Es ahí cuando un poco abochornado, me bajo de la escalera, la vuelvo a guardar en el armario y sin hacer comentario vuelvo a mis tareas habituales

1 comentario:

Melaína Kholé dijo...

increíble las cosas que hacemos ante un deseo imperioso.. la necesidad que te viene de las tripas.. te hace transpirar las manos la ansiedad, y terminás haciéndolo aunque sepas que podés verte tan ridículo a veces..

me encantó ! ♥